John Calvin Coolidge y el gato Tiger.
El trigésimo presidente de Estados Unidos,John Calvin Coolidge,fue un niño tímido
al que le costaba relacionarse con otros niños.
Sin embargo,estableció un vínculo especial con los gatos de la granja en la que vivía.
De algún modo,ellos fueron sus primeros amigos.
Desde entonces,sus compañeros del alma estuvieron siempre presentes en su vida,
y lo acompañaron allá donde iba,incluso a la Casa Blanca.
Un ejemplo de la estrecha relación que Coolidge mantenía con sus gatos nos llega de una
anécdota de su época estudiantil. Cuando empezó a ir a la universidad,en las cartas que
escribía a sus padres hacía más preguntas sobre cómo estaban los gatos que sobre el
estado de sus familiares. Cuando ya vivía en la Casa Blanca,Coolidge encontró a un
felino vagabundo al que no tardó en adoptar. Lo bautizó como Tiger y pronto se le unió
un hermanito llamado Blacky,y entre los dos llenaron de cariño el nuevo hogar de los Coolidge.
A Tiger le pusieron un collar verde con la dirección y a Blacky uno rojo,pero el primero
no soportaba el collar,se sentía asfixiado y desaparecía sin él,porque adoraba corretear
y cazar. El presidente bromeaba diciendo que quizá sería mejor no intentar domarlo y
conseguirle un par de regalitos para que no se escapara tan a menudo.
Blacky,por el contrario,prefería quedarse en casa,visitando la cocina de vez en cuando.
Coolidge disfrutaba poniéndose a Tiger alrededor del cuello como si fuera una bufanda.
Un día que desapareció y no regresó a casa,el presidente empezó a sufrir por su querido
compañero de fatigas. Comunicó lo que pasaba a la prensa y ofreció una recompensa para
quien pudiera dar información sobre su gato. Incluso emitió una llamada de socorro desde
el nuevo medio de comunicación que se había implantado:la radio.
Era conocida la predilección que sentía este gato por una de las mesas de la sala de
reuniones. Cada vez que se iniciaba una sesión,él se plantaba en medio de la mesa a dormir,
ante la estupefacción de los ponentes. El presidente se lo tomaba a broma,
aunque los demás no tanto. A pesar de todo,la familia Coolidge adoraba a Tiger y a Blacky,
y cuando dejaron la Casa Blanca,continuaron viviendo rodeados de gatos como habían hecho
hasta entonces.
El presidente Coolidge llegó a afirmar en un discurso que " un hombre al que no le guste
tener animales a su alrededor no merece estar en la Casa Blanca "
Lo que este político aprendió de sus mininos podemos resumirlo en esta reflexión:
" Cuatro quintas partes de nuestros problemas desaparecerían si fuéramos capaces
de sentarnos y permanecer en silencio".
Coolidge opinaba que gran parte de las preocupaciones nunca llegan a hacerse realidad,
a no ser que nos esforcemos activamente en que así sea.